Desde aquel 29 de noviembre de 2010. Desde aquel maldito día. Mucho ha pasado, mucho se ha dicho. Mucho
se ha ganado, mucho se ha perdido. Henos aquí. Victoriosos y superiores. Mucha
agua ha pasado bajo el puente y, al fin, estamos en la posición deseada. Somos superiores al Barcelona. Pero no
cualquier Barça; el Barça de Messi, ese considerado por algunos como “el mejor de la historia”.
Liga de 100 puntos y
121 goles con 9 puntos de ventaja –que ha pasado rápidamente al olvido por
el exasperante amiguismo de la prensa para con el equipo culé y la inexcusable performance del Madrid en esta Liga- de
lado, el partido del pasado martes fue una auténtica delicia. El Madrid sodomizó brutalmente al Barça, en su
casa además, para pasar a su segunda final de Copa del Rey en tres años. Con el
0-3 y casi 20 minutos por jugarse a todo madridista en el universo se le vino a
la cabeza aquella fecha al inicio de la entrada. Venganza en Camp Nou, pero,
con más cerebro que corazón, se entendió que había batallas importantes por lucharse en el transcurso de la semana.
Con este round ganado no valía la pena desgastar energías. Nos volveríamos a
ver las caras en tres días.
Quizá será el clásico más
intrascendente de los tiempos recientes. El Barça descolgado en Liga y el
Madrid pensando en Old Trafford.
Quizá sea lo contrario; la mayoría de la gente apuesta a un once de suplentes
en dicho encuentro pero el fútbol no es
tan frívolo, no se puede conectar y desconectar como si de un switch se tratase. Después de todo ¿qué
mejor motivación para ir a Old Trafford
que ganar dos veces consecutivas al Barcelona en 4 días?, rotaciones habrá
aunque probablemente no sean tantas como se anticipan.
Esa foto de Xabi Alonso, sus pies en Camp Nou diciendo “yo estuve aquí, yo conquisté este sitio”
tras la victoria del martes es, sin lugar a dudas, la imagen que mejor ilustra la sensación 851 días
después. Se podría escribir un poema épico digno de Homero con sólo ver la
captura del momento. De todo lo trascurrido, de todo lo sufrido. Para bien o
para mal, aquel momento marcó ésta
generación del madridismo. La del Twitter.
La mal llamada “Yihad” por la prensa.
Una voz de batalla y defensa al
mejor proyecto en años del club, que se torpedea incluso desde entes internos.
Pero aquí estamos, sobrevivimos a muchas cosas y aquí estamos.
Es particularmente hermoso ver la evolución del equipo desde
aquel día hasta hoy. Como se partía con miedo, como psicológicamente nos ganaban antes de empezar el partido
con el simple recuerdo en la memoria de aquel maldito día, día que hoy parece
ya muy lejano. La Liga está prácticamente perdida, por demérito y desinterés
propio, pero desde el “calma, calma”
de Cristiano Ronaldo la victoria psicológica cambió de bando.
El Madrid, a la hora de ganar títulos, es más un maratonista que un velocista, es
decir; es la tendencia reciente ganar uno o dos títulos por temporada en vez de
cinco o cuatro (la última vez que se ganaron dos títulos de los tres
importantes –Liga, Copa, Champions- en una misma temporada fue en la 88-89). El
Barça es todo lo contrario, tiene épocas efímeras
de gran abundancia de títulos y luego entran en una dinámica negativa, como si
de una depresión post-parto se
tratase, y pasan cinco o seis años sin levantar una copa.
Los azulgrana, tras la victoria del martes (juntándolas con
la victoria de la Liga pasada y la victoria de la Supercopa) vuelven a mostrar síntomas de ese antaño mencionado. Del
victimismo, de la resignación y de la
autodestrucción. Casi siempre ha sido así, desafortunadamente la dejadez del
Real Madrid en el Campeonato Nacional con el subsecuente colchón de puntos del
Barcelona impide que el equipo
blanco ayude a agilizar este proceso que se avista.
Mourinho le ha ganado al Barça de Guardiola, al Barça de
Tito y al Barça de Roura en diez meses. Camp Nou, antes tierra temida, es ahora
el salón de fiestas no oficial del Real Madrid y de Cristiano; que se ha convertido en el verdugo particular de
los culés en el feudo catalán. Seis clásicos consecutivos anotando allí, único
en la historia de los clásicos en anotar dos dobletes consecutivos fuera de
casa. La afición catalana es testigo de lujo del Cristianato. La vida no me
alcanza para agradecerle a Mou.
Afrontamos el partido de mañana con la mente en Old Trafford. La Champions es el torneo
que se nos hace más esquivo, por ende, el que más deseo despierta en todos los estratos del madridismo. De esto
podría aprovecharse un Barcelona herido
de muerte tras los batacazos de Milano y de la Copa. ¿Seremos capaces de
dar la puntilla o simplemente cumplimos con un protocolo?
Será difícil aplicar el sistema táctico sin baluartes como Di María (sancionado), Xabi Alonso o Khedira que seguramente descansarán para el vital partido en el Teatro de los Sueños. Quién sabe, ya en la ida de Copa con seis bajas se le plantó cara a un Barcelona con todos sus titulares, menos Valdés. Quizá mañana tengamos otra gran alegría. 855 días después.
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