martes, 21 de mayo de 2013

Hasta siempre, José.



"Me gustan los retos importantes. Mi atracción por el Madrid viene por su historia, por sus frustraciones en los últimos años y por sus ganas de ganar...Lo más bonito, bonito, bonito no es entrenar o jugar en el Real Madrid. Lo bonito, bonito, bonito es ganar en el Real Madrid. Y ésta es mi motivación".

 

“Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera” – Pablo Neruda

 

Escuchar…"Hemos llegado al acuerdo con José Mourinho de dar por finalizada la relación al término de la temporada", ha sido más doloroso que todas las derrotas juntas que vivimos durante estos últimos tres años. Me quede sin palabras, las lágrimas no dejaban de brotar de mis ojos, me quede sin pulso y sin aliento, estaba destruida… yo sólo quería devolver el tiempo y sentirme como en aquel 31 de mayo de 2010, día en que pronunció sus primeras palabras como madridista; sin duda, uno de los días más felices de mi vida, todo estaba detrás de su figura, mi pasión, mi ilusión, mis ansias por ganar y la de cientos de madridistas deseosos, volcadas en él, en el mítico José Mourinho.

 

No hay explicación, no tiene sentido que el mejor proyecto deportivo que hemos tenido en años, llegue a su fin por un “mutuo acuerdo” del que estoy segura se facilitó por la presión e intervención de terceros que querían retomar el poder que perdieron con la llegada de Mou. Resulta incomprensible que en estos tiempos se hable de caciques, vacas sagradas, dedocracias, dictaduras y otros males de vieja data, pero es lo que hay y es nuestra miserable realidad.

 

Espero que no me juzguen y me den lecciones de madridismo por lo que voy a decir, porque llevo 16 años siguiendo al Real Madrid y he vivido momentos buenos, malos, regulares y tengo toda la propiedad del mundo para decir que ayer, 20 de mayo de 2013, se cometió uno de los peores errores en toda la historia del Real Madrid; la marcha del portugués supone la vuelta de la dictadura del vestuario, de los técnicos que son muñecos pintados en la pared, de las filtraciones de las alineaciones horas antes del partido, de la maldita comunión entre los jugadores y prensa que tanto daño nos ha hecho, de la política de jugar por decreto y no por merecimiento. No es necesario que me extienda mucho en este punto, porque cualquier persona racional entiende está situación. Por estas razones, aquel 31 de mayo, mi ilusión no sólo se reflejaba en mi admiración por José Mourinho, sino también, porque sabía que con él todo iba a ser diferente. Y así fue… mientras se pudo.

 

Aunque a muchos les cueste reconocerlo, porque su odio, resentimiento, envidia y otros sentimientos reprochables no les deja ver más allá de sus narices, Mourinho nos devolvió a todos el orgullo por nuestro equipo, las ganas de no rendirse nunca, de luchar y de batallar por lo que considerábamos justo, nos sacó de ese pasado oscuro y sumiso, y nos desveló un presente épico que asombrosamente nos unió. ¡Qué tiempos!, en los que todos estábamos pendientes de sus ruedas de prensa, de las mil y un verdades que repartía a diestra y siniestra dejando como balance suicidios masivos de “periodistas” en cada sala de prensa que se posesionaba, nos tenía pendientes hasta de su goma de mascar, de sus celebraciones, sus risas y enfados en los entrenamientos, adoptamos sus palabras a nuestro vocabulario diario y éramos felices, muy felices; para mí esas cosas tienen más valor que un título, que un entrenador llegue y cambié la mentalidad e identidad de una institución y defienda a nuestro equipo, ya sea con un papelito con trece errores del árbitro, ya sea denunciado las irregularidades en cualquier competición y sobretodo, anteponiendo la integridad de sus jugadores antes que la suya, eso, eso no tiene precio y os puedo asegurar que ningún otro técnico lo hará.

 

Juzgar es muy fácil y ahora mismo, los que coreaban su nombre cuando llego y actualmente le critican, podrán argumentar que fue un fracaso la dirección técnica de Mourinho, pero yo no lo veo así. Mourinho sentó un precedente histórico de grandes magnitudes que se materializo en estadísticas y hechos notables: bajo su dirección ganamos la Copa del Rey tras 18 años sin conseguirla; ganó La Liga de los Récords (100 puntos y 121 goles el año pasado) -marca que difícilmente será superada-; puso de rodillas al “mejor equipo de todos los tiempos” el Barcelona de Pep Guardiola que tuvo que huir de España porque no aguanto que Mourinho sepultara el ‘tiki-taka’ (que por cierto, en estos días se sumerge en los vómitos de Messi); cambió la mentalidad de algunos jugadores que en manos de otros entrenadores hubiesen abandonado sus carreras como futbolistas; dejo atrás los ‘alcorconazos’, las caídas dolorosas en octavos de final de Champions; aisló totalmente a la prensa y permitió la independencia y la autonomía del club; nos dejó un legado prodigioso con esos contragolpes que sólo el Madrid puede hacer; gracias a él volvimos a las noches mágicas de Champions, volvimos a soñar y a creer, independientemente que la mala suerte y otros factores que ya son conocidos por todos, nos hayan jugado una mala pasada, no significa que por esas razones se tenga que hablar de ‘fracaso’, todo lo contrario, mientras él estuvo a cargo, concebimos y presenciamos una idea clara de un club de fútbol, no la de un circo.


Desafortunadamente algunos ‘madridistas’ tienen memoria selectiva y solo se limitan repetir las tonterías que leen en los panfletos de diaria circulación. Por eso no saben valorar la transformación tan grande que tuvo este Madrid, durante los últimos años.

 

No me quiero prolongar más, simplemente quiero decir que admiro y respeto profundamente a José Mourinho, por aguantar tantas humillaciones, persecuciones, calumnias, atropellos hacia su persona y hacia su familia, desplantes y traiciones de algunos jugadores y directivos del equipo, etc. Es tan triste todo lo que tuvo que tuvo que soportar, sencillamente por querer ser una persona diferente, por no ser hipócrita, por decir las cosas como son, por tener la intención de hacernos grandes e insuperables, esta institución no lo mereció, no lo supo valorar y no le quiso conservar. En unos días lo echarán de menos, pero ya será muy tarde, porque estará con quienes verdaderamente le quieren, haciendo lo que le gusta y en unas condiciones dignas. Para completar, no sólo perdimos a Mou, sino también a su ‘special staff’ Aitor, Rui, Silvino, Morais, gracias por tanto, tomen el rumbo que tomen, triunfarán, fueron fundamentales para todo lo que vivimos en estos tres años. ¡Son los putos amos!

 

Sólo me resta por expresar, lo siguiente: ¡Que viva el mourinhismo, caralho!, que vivan los ‘tarados´, los hijos de ‘don imprescidible’, los miembros privilegiados del madridismo underground, la yihad mourinhista, que luchó hasta el final por la idea de un Madrid diferente. Más que un grupo de gente es una manera de vivir y de pensar, por ello somos únicos.


Gracias al fenómeno que se gestó en torno a su figura, conocí personas maravillosas que han marcado mi vida para siempre, para ellos un gran abrazo, no sé sientan mal, sé que a Mou le gustaría vernos bien.

 

Hoy más que nunca ¡Hala Madrid! Y que viva por siempre…José Mourinho, el más grande de todo el mundo.

 

 

Cuando los motivos sobran, las palabras faltan y tienes un nudo en la garganta, lo mínimo que se puede hacer es resumirlo todo en: ¡Gracias por tanto, José Mário dos Santos Mourinho Félix! El vacío que dejas es grandísimo, pero entendemos perfectamente tus razones. Gracias por existir y ser quien eres, sé muy feliz como te mereces, por siempre estarás en nuestro corazón, vayas donde vayas, ahí estaremos contigo.

Como siempre he sostenido: “sé que perderás gente, pero a mí me tendrás por siempre”. 


lunes, 29 de abril de 2013

Romanticismo.


Estoy atrapado en un dilema. Un dilema muy humano. La lógica me invita a no creer en una remontada. La brecha es amplia. El Dortmund es una máquina aceitada, que comete pocos errores y un sin fin de razones futbolísticas llevadas por la razón, la estadística y el análisis fútbolístico. El corazón, en cambio, no conoce de razones ni lógicas, pero sí de sentimientos; éstos me dicen 'confía, es posible. Cree en ellos como nunca'... y eso hago.

Porque ser madridista implica tener esa pizca de soberbia, ese deseo insaciable de victoria. Sólo un madridista hablaría de remontada tras el partido del pasado miércoles. Y son pocos los que no creen o se muestran cautelosos. El madridismo cree en la remontada con la misma fe y la misma inocencia en la que un niño cree en Papá Noel o los Reyes Magos. Es un sentimiento como la religión, que carece de toda lógica. Es amor. Simplemente amor.

Es tanto así que da la sensación que la afición cree más en la hazaña que el mismo equipo que saldrá mañana que, sin duda alguna, estará ante la cita más importante para el club en una década, algo lamentablemente dicho en cada vuelta de las últimas tres semifinales europeas. Nos hemos quedado a las puertas de la gloria por un paso. Una expulsión injusta, un penal mal cobrado, a un paso de la gloria. En el fútbol -y mucho menos en el Real Madrid- el "casi" no vale de nada.

Se ha roto una dinámica negativa, el Madrid volvió a competir, a llegar a instancias decisivas, y ha faltado el toque final, el tiro de gracia, el picante en la sazón... Es ya la maldita hora de romper con eso. El Bernabéu no es el mismo de los 80's, pero si esta Champions inició con una remontada épica ante el Manchester City ¿por qué no puede terminar de la misma forma?

La respuesta la dará el tiempo. El equipo puede caer. Quizá es una batalla ya perdida en la que el romanticismo de la épica y la victoria nos nuble la mente. O quizá está escrito en las estrellas que para lograr la décima hay que sudar sangre. Pase lo que pase tras el partido, el Madrid seguirá siendo el mejor club de la historia.

viernes, 1 de marzo de 2013

851 días después.




Desde aquel 29 de noviembre de 2010. Desde aquel maldito día. Mucho ha pasado, mucho se ha dicho. Mucho se ha ganado, mucho se ha perdido. Henos aquí. Victoriosos y superiores. Mucha agua ha pasado bajo el puente y, al fin,  estamos en la posición deseada. Somos superiores al Barcelona. Pero no cualquier Barça; el Barça de Messi, ese considerado por algunos como “el mejor de la historia”.

Liga de 100 puntos y 121 goles con 9 puntos de ventaja –que ha pasado rápidamente al olvido por el exasperante amiguismo de la prensa para con el equipo culé y la inexcusable performance del Madrid en esta Liga- de lado, el partido del pasado martes fue una auténtica delicia. El Madrid sodomizó brutalmente al Barça, en su casa además, para pasar a su segunda final de Copa del Rey en tres años. Con el 0-3 y casi 20 minutos por jugarse a todo madridista en el universo se le vino a la cabeza aquella fecha al inicio de la entrada. Venganza en Camp Nou, pero, con más cerebro que corazón, se entendió que había batallas importantes por lucharse en el transcurso de la semana. Con este round ganado no valía la pena desgastar energías. Nos volveríamos a ver las caras en tres días.


Quizá será el clásico más intrascendente de los tiempos recientes. El Barça descolgado en Liga y el Madrid pensando en Old Trafford. Quizá sea lo contrario; la mayoría de la gente apuesta a un once de suplentes en dicho encuentro pero el fútbol no es tan frívolo, no se puede conectar y desconectar como si de un switch se tratase. Después de todo ¿qué mejor motivación para ir a Old Trafford que ganar dos veces consecutivas al Barcelona en 4 días?, rotaciones habrá aunque probablemente no sean tantas como se anticipan.


Esa foto de Xabi Alonso, sus pies en Camp Nou diciendo “yo estuve aquí, yo conquisté este sitio” tras la victoria del martes es, sin lugar a dudas, la imagen que mejor ilustra la sensación 851 días después. Se podría escribir un poema épico digno de Homero con sólo ver la captura del momento. De todo lo trascurrido, de todo lo sufrido. Para bien o para mal, aquel momento marcó ésta generación del madridismo. La del Twitter. La mal llamada “Yihad” por la prensa. Una voz de batalla y defensa al mejor proyecto en años del club, que se torpedea incluso desde entes internos. Pero aquí estamos, sobrevivimos a muchas cosas y aquí estamos.

Es particularmente hermoso ver la evolución del equipo desde aquel día hasta hoy. Como se partía con miedo, como psicológicamente nos ganaban antes de empezar el partido con el simple recuerdo en la memoria de aquel maldito día, día que hoy parece ya muy lejano. La Liga está prácticamente perdida, por demérito y desinterés propio, pero desde el “calma, calma” de Cristiano Ronaldo la victoria psicológica cambió de bando.


El Madrid, a la hora de ganar títulos, es más un maratonista que un velocista, es decir; es la tendencia reciente ganar uno o dos títulos por temporada en vez de cinco o cuatro (la última vez que se ganaron dos títulos de los tres importantes –Liga, Copa, Champions- en una misma temporada fue en la 88-89). El Barça es todo lo contrario, tiene épocas efímeras de gran abundancia de títulos y luego entran en una dinámica negativa, como si de una depresión post-parto se tratase, y pasan cinco o seis años sin levantar una copa.


Los azulgrana, tras la victoria del martes (juntándolas con la victoria de la Liga pasada y la victoria de la Supercopa) vuelven a mostrar síntomas de ese antaño mencionado. Del victimismo, de la resignación y de la autodestrucción. Casi siempre ha sido así, desafortunadamente la dejadez del Real Madrid en el Campeonato Nacional con el subsecuente colchón de puntos del Barcelona impide que el equipo blanco ayude a agilizar este proceso que se avista.

Mourinho le ha ganado al Barça de Guardiola, al Barça de Tito y al Barça de Roura en diez meses. Camp Nou, antes tierra temida, es ahora el salón de fiestas no oficial del Real Madrid y de Cristiano; que se ha convertido en el verdugo particular de los culés en el feudo catalán. Seis clásicos consecutivos anotando allí, único en la historia de los clásicos en anotar dos dobletes consecutivos fuera de casa. La afición catalana es testigo de lujo del Cristianato. La vida no me alcanza para agradecerle a Mou.


Afrontamos el partido de mañana con la mente en Old Trafford. La Champions es el torneo que se nos hace más esquivo, por ende, el que más deseo despierta en todos los estratos del madridismo. De esto podría aprovecharse un Barcelona herido de muerte tras los batacazos de Milano y de la Copa. ¿Seremos capaces de dar la puntilla o simplemente cumplimos con un protocolo?

Será difícil aplicar el sistema táctico sin baluartes como Di María (sancionado), Xabi Alonso o Khedira que seguramente descansarán para el vital partido en el Teatro de los Sueños. Quién sabe, ya en la ida de Copa con seis bajas se le plantó cara a un Barcelona con todos sus titulares, menos Valdés. Quizá mañana tengamos otra gran alegría. 855 días después.